Editorial

Una nueva y silenciosa epidemia en la región

By 20 julio, 2010 No Comments

Las cesáreas ya eran conocidas y practicadas en la antigua Roma. Se dice que Julio César nació por este método, y de allí viene su nombre. De otro lado, los lingüistas piensan que el término podría venir del verbo latino caedere, «cortar»,… efectuar una cisura.

En ese entonces la ley romana establecía lo que como veremos, actualmente no parece ser tan claro: el procedimiento debía llevarse a cabo al final del embarazo en una mujer moribunda con el fin de salvar al bebé. La ley se llamó lex caesarea.

Mucho tiempo ha pasado desde entonces y desde el primer dato que se tiene de una mujer que sobrevivió a una cesárea, en Alemania en 1500. Hoy este procedimiento, con una alta mortalidad inicial, es altamente seguro y ofrece una solución ante las complicaciones del desarrollo del parto o necesidades previstas de esta cirugía.

Sin embargo, las altas tasas de operación cesárea en America Latina y en el Mundo, lejos de significar esto, incrementan el riesgo de salud para madres y recién nacidos como también los costos del sistema de salud, comparados con los partos normales.

Un algo añoso artículo publicado en el British Medical Journal-BMJ, evidenció que en America Latina doce (12) países de diez y nueve (19), tenían tasas superiores al 15% (cifra encontrada por la Organización Mundial de la Salud como la adecuada y representativa de la necesidad real), llegando hasta un promedio de 40% de partos por cesárea.

Se observó además en este estudio, y los datos actuales lo ratifican, que a mayor PNB (Producto Nacional Bruto) aumentaba el porcentaje de cesáreas y esta tendencia, también en alta, fue observada en hospitales y centros privados en comparación con los públicos.

En general, en el mundo, se nota un incremento progresivo y sostenido de las cesáreas. En USA, un informe de su sistema de estadísticas mostró como en el año 2007 se hicieron 32% de los partos por cesárea, mientras que en el 2000 se hacían el 22%, con un aumento de más del 50%. El Grupo Público de Ciudadanos de Investigación en Salud en Washington, DC ha estimado que la mitad de las casi un millón de cesáreas que se realizan cada año en ese país, son médicamente innecesarias.

Con la ejemplar excepción de la mayoría de los países nórdicos, que además muestran índices que evidencian óptimas condiciones en salud perinatal, la tendencia es similar. Es decir, además de todo, hacer más cesáreas no necesariamente significa que se estén haciendo mejor las cosas.

Ahora bien, punteando este inadmisible escalafón está América Latina y el Caribe. Las cifras de cesáreas en la región muestran que estamos ante lo que podría considerarse una nueva, permitida y médicamente facilitada iatrogenia y epidemia. Incluso una buena parte de ellas son «cesáreas a la carta».

México ha aumentado del 2000 al 2007 de 54,6% a 68,7% la tasa promedio de cesárea en instituciones privadas. En Colombia, donde el Ministerio de Salud reconoce que es el tercer país del mundo en porcentaje de cesáreas, se pueden estar haciendo en centros privados entre 70-80% de los partos por operaciones cesáreas y tenemos información verbal que las cifras pueden llegar hasta el 90% e, incluso, en algunas clínicas afiliadas o que hacen parte de instituciones de formación universitaria, pueden estar alrededor del 80%.

Además de los riegos que eventualmente puede tener una cesárea innecesaria en las madres y los recién nacidos, particularmente infecciones, compromiso respiratorio y posibilidad de daño neurológico, así como hipoglucemia y favorecimiento del enfriamiento del recién nacido, debemos tener en cuenta el recargo de los costos para el sistema de salud, particularmente en países como los nuestros, cuyos recursos son limitados.

A todo esto debemos sumarle que varias de las estrategias recomendadas por la OPS/OMS y la Alianza Neonatal para mejorar la supervivencia neonatal se entorpecen, como sucede con la promoción del contacto piel a piel, la lactancia materna inmediata y la participación del padre y la familia en el parto, entre otras acciones.

Finalmente esta verdadera «epidemia de cesáreas» que no tiene justificación médica, aunque la palabra puede ser fuerte, constituye una nueva forma sutil de violencia contra la mujer que nos debe preocupar.

Aunque muchas mujeres han interpretado la cesárea como algo natural e incluso parte de la reivindicación de sus derechos (maneja un tema tan sensible como es evitar el dolor), otras mujeres empiezan a percibir las cesáreas innecesarias, como una violación de su integridad corporal, tal como hoy deben ser vistas las episiotomías rutinarias, la anestesia epidural sin consentimiento, la inducción injustificada con oxitocina, los tactos vaginales múltiples y dolorosos, la amniotomía no indicada, el rasurado rutinario o la exposición injustificada de la desnudez en salas múltiples e incluso al público, o también la ligadura de trompas no claramente explicada.

En camino a ofrecerle a la mujer un papel central y protagónico en la decisión y desarrollo de su embarazo y parto, debemos pensar que la operación cesárea debe estar restringida a las estricta y médicamente necesarias e implementar nuevos protocolos y guías que obliguen a esto, incluyendo la justa remuneración de los médicos y el personal de salud que está comprometido en estas intervenciones.

Hernando A. Villamizar Gómez, MD
Presidente Asociación Latinoamericana de Pediatría-ALAPE

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